La situación de Venezuela es muy compleja debido al deterioro por el régimen impuesto por el fallecido Chávez y continuado por Maduro. No sólo la economía ha sufrido un desplome, sino la convivencia, con tasas de criminalidad tercermundistas, y una enorme carestía de vida debido al desabastecimiento. Ello no ha sido debido a un embargo criminal como en Cuba o Irán, sino que es causa de la pésima gestión de sus políticos. La consecuencia ha sido una catástrofe humanitaria que podría considerarse Crimen contra la Humanidad definido en el Estatuto de la Corte Penal Internacional: Venezuela sufre una hambruna “africana”.
El régimen instauró una nueva constitución, excesivamente larga y llena de deficiencias técnicas, que prometía una “revolución”; Ahora bien, ¿en qué ha consistido esa supuesta revolución? Pues básicamente en un populismo izquierdoso y en el manoseo y distorsión de la imagen de Bolívar usado de forma obscena e identitaria al modo típico de cualquier tirano tercermundista.
En el pasado el nivel de vida de Venezuela fue muy superior al de España de Franco debido a la producción de petróleo, que ha sido su maldición. Pero si el endeudamiento con el deterioro social y la corrupción sirvieron de justificación a la “revolución bolivariana”, nuevamente Venezuela en esta etapa ha caído en la misma trampa. Su proyección internacional lo ha sido a golpe de talonario y por afinidades populistas, con lo que finalizado el ciclo, no teniendo una base real, se ha saldado en fracaso.
Con frecuencia se utiliza sin propiedad la expresión revolución, y se confunde con revuelta. No ha habido un antes y un después del régimen autodenominado bolivariano, como no sea para acabar con las libertades democráticas. Al igual que en anteriores revoluciones sufridas por Venezuela, accedió al poder por la fuerza y parece que igualmente, por la fuerza, será derrocada.
Es importante desterrar el mito revolucionario. Con reiteración es invocado por quienes pretenden descubrir la pólvora mediante ideologías que pretenden regímenes populistas identitarios prometiendo el paraíso en la tierra. Estas ideologías nacen con deficiencias democráticas severas y siempre se saldan con el fracaso. Y no sólo con él, sino también con una abundante disidencia fruto de la exclusión de grandes sectores sociales.
Y llegó el momento. El régimen se acaba. Guiadó ha sido elegido por la Asamblea venezolana y prácticamente todo el continente americano lo ha reconocido como presidente. Europa se muestra cauta, o más bien estúpidamente cauta. Y España, la que en teoría debería llevar la iniciativa, debido a nuestra situación política anómala, a remolque de Europa.
Interesante es la postura de China y de Rusia. Su tardanza en reconocer situaciones fácticas más allá de reflejar la guerra fría resucitada por los EE.UU. carece de lógica o a nosotros se nos escapa.
Confiemos que el desenlace de la situación en Venezuela no lleve aparejado un baño de sangre. Independientemente de la prometida amnistía prometida por Guiadó a los funcionarios, si se desea una solución definitiva no cabe la impunidad para los responsables políticos y se debería de proceder por la Corte Penal Internacional. La hambruna provocada es consecuencia directa del régimen, y no debe permanecer impune. Al objeto de evitar un derramamiento de sangre mayor y facilitar la transición, Venezuela, (no Guiadó, no confundamos; él sólo lidera), acierta en prometer una amnistía, dentro de su soberanía; pero los grandes responsables de ese régimen criminal deben ser llevados ante la Justicia con la carga de simbolismo que ello conlleva, e imagen internacional. Y si es ante a Corte Penal Internacional, mejor, porque el simbolismo será mayor, la legitimidad mayor, y la comunidad internacional saldrá ganando.
Cervantino.
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