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Tres enemigos.


Europa; ¿o debemos decir la Unión Europea? A partir de ahora, Europa, como concepto, como sustantivo y abreviadamente será “Europa”, no “la Unión”. Europa es el futuro y el espacio de este planeta llamado La Tierra, de la Humanidad, y que se sepa del Universo conocido más avanzado. Y es irreversible, a pesar de los obstáculos.

No creo que sea necesario recordar qué papel moneda tenemos, qué matrículas llevan los vehículos, qué normativa cumplen los vehículos, los electrodomésticos o tantas otras cosas. Es Europa quien nos protege de los abusos de los gigantes como Microsoft, Google, la banca, o los fabricantes de automóviles.

Tres enemigos tiene Europa: el primero, países como Noruega. Ese país nórdico no está en Europa, pero como si lo estuviera; hasta tiene convenio con el espacio Schengen.  Y todos quieren ser como Noruega. Pues o se está dentro o se está fuera, y fuera debe hacer mucho frío.

El segundo enemigo es la OTAN. Europa necesita una política exterior común, y la OTAN es un obstáculo. Sobran los EE.UU., Canadá, y países como Albania o el último, Montenegro. O se es Europa o no se es Europa.  Países como Polonia o Hungría han creído que la OTAN es más importante que Europa. Deberán elegir entre la una o la otra.

Y el tercer enemigo son los idiotas, con los que estamos familiarizados. Cada país aporta sus idiotas y el Parlamento europeo se ha convertido en una caja de resonancia para toda suerte de estrafalarios, cantamañanas y enemigos de Europa.

Idiotas son los ultraderecha, los ultraizquierda, los antisistema, los anti-Europa. El porcentaje de idiotas que llegan al Parlamento es significativo y constituye una amenaza. No creen en Europa; sólo utilizan sus instituciones como caja de resonancia para sus fines bastardos, desde la ultraderecha flamenca, la del Frente Nacional de Le Pen, o los nazionalentos de Cataluña. No faltan representantes de los animalistas, de los ecolojetas, de las feminazis, y de infinidad de “o-ene-gés”.

Europa es un concepto, no unos aliados coyunturales en virtud de afinidades ideológicas. ¿Qué tienen en común la ultraderecha flamenca y los nazionalentos catalanes, el Frente Nacional de Le Pen y VOX, o su equivalente polaca? Aliados de circunstancia que se sirven de Europa para sus funestos fines. Se sirven de Europa, pero no sirven a Europa; ni siquiera a sus países de origen.

La idiotez empieza en los propios países miembros de Europa mediante la pérdida de referentes. La mal entendida tolerancia sea frente a la inmigración, o el Islam que actúa como manto para cubrir actividades intolerables, han dado en generar toda suerte de formaciones a favor o en contra, pero todas ellas fuera de la civilización.

Un ejemplo de cómo la falsa libertad religiosa atenta contra la civilización la tenemos en la proliferación de sectas destructivas, fenómeno sumamente dañino, por lo que el integrismo islámico no es más que otra subcategoría más y no la más importante de esta clase. Añádase la laxitud religiosa y los sacerdotes poco inspirados que hacen que las opciones extremistas, incluso dentro de la conocida iglesia Católica, se vayan imponiendo. Las sectas bajo cobertura cristiana son igualmente preocupantes por perniciosas.

Todas estas tribus generan confusión, disgregación y desarraigo social. Desvirtúan la democracia al alterar su jerarquía de valores, generan violencia y constituyen un freno para el avance social y político, bloqueando con frecuencia consensos parlamentarios para hacerse notar y obtener ventaja. Generan corrientes de opinión perversas, como puede ser el no vacunar a los niños o la oposición irracional a la energía nuclear u otras energías; hemos tenido ocasión de sufrir la penalización y prohibición sobre los vehículos de motor diesel, de forma inoportuna o cuanto menos prematura basada en esas tendencias generadas por demagogos.

Internamente en sus respectivos países de origen, los idiotas son muy activos y hacen daño cualitativamente importante, pues degradan la democracia. Empezando por sus propias formaciones, de corte estalinista, y siguiendo con su actitud en el escaño convirtiendo las Cámaras en un circo. Urge tomar medidas. En primer lugar, reformando los Reglamentos de las Cámaras y la composición de sus Mesas de suerte que las posibilidades de hacerse notar de forma demagógica se limiten.

Pero no es suficiente. Urge una ley de calidad democrática, una nueva ley de partidos políticos en la que se sea más riguroso con los criterios para su legalización y se imponga democracia interna, y transparencia en las cuentas, que son las mejores herramientas para evitar estas situaciones. Cada estado miembro debe acometer sus medidas para hacer frente a sus idiotas, y España no debe ir a remolque de los acontecimientos, sino que debe innovar, liderar en este campo. La salud de la democracia está en la salud de los partidos políticos: si estos tienen mala salud, la democracia estará enferma. Hay que cuidarse y cuidar de la democracia; no basta con intervenir en las listas electorales desde la cúpula de un partido político; hay que legislar. Y tanto la nueva ley como su aplicación han de ser rigurosas.

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