Sobre la perversión de las subvenciones recordé un artículo
que había leído. Lo he localizado y lo pego aquí. “Juanma” para los
amigos es un importante intelectual, para mí.
artículo publicado en Vozpópuli:
Juan M. Blanco
http://vozpopuli.com/blogs/6052-juan-m-blanco-grecia-y-la-coalicion-de-minorias
Grecia y la ‘coalición de
minorías’
Según una creencia muy extendida, los gobiernos elegidos por
votación popular tienden a impulsar aquellas políticas que desea la mayoría.
Pero la realidad desmiente tan repetido mantra. El actual tira y afloja de los
organismos internacionales con el ejecutivo griego, o la política llevada a
cabo por el gobierno de Mariano Rajoy, muestran que determinados gobernantes
defienden con frecuencia intereses minoritarios. Son más reacios a recortar
gasto, limitar subvenciones a grupos concretos, que a elevar impuestos. Ello a
pesar de que ciertos gastos benefician sólo a determinadas minorías mientras el
gravamen perjudica a la sociedad en su conjunto. ¿Existe alguna explicación a
este fenómeno?
En “An Economic Theory of Democracy” (1957) Anthony
Downs mostró un resultado aparentemente paradójico: un partido podría ganar las
elecciones defendiendo un paquete de políticas que resultan minoritarias en las
preferencias del electorado. Es el fenómeno conocido como coalición de
minorías. En ausencia de adecuados controles, sin vigilancia de una ciudadanía
asentada en principios sólidos, los gobernantes saben que es electoralmente
rentable otorgar privilegios a minorías en perjuicio del interés general, del
contribuyente medio. El portón de la coalición de minorías se abre cuando
muchos electores valoran más intensamente los asuntos que defienden en minoría
que aquellos en los que mantienen la postura mayoritaria. Surge el fenómeno
cuando cada sujeto vota según el trato que el gobierno concede a su grupo, no
en función del que otorga a la ciudadanía en su conjunto.
La notable asimetría entre gasto público e impuestos constituye
una interesante aplicación de la coalición de minorías. Todo el mundo prefiere
impuestos bajos pero la resistencia a la escalada impositiva es menos intensa
que el deseo de obtener una ayuda o subvención. El motivo es simple: los
subsidios se concentran en un grupo pero la recaudación requerida se divide
entre todos. Para Downs, una transferencia de 1.000 euros por cabeza a un grupo
20.000 personas dentro de un país de diez millones, encontraría 20.000 firmes
partidarios frente a una mayoría de oponentes muy tibios, unos contribuyentes
que sólo soportarían una ligerísima carga. Ninguno cambiaría su voto por la
minucia de dos euros. “Suban impuestos pero no me quiten mi
mamandurria”.
La irresistible expansión del gasto
Así, cada programa de gasto atraería un puñado de acérrimos
defensores sin oposición apreciable, constituyendo un mecanismo imparable de
expansión del Estado. El proceso se agrava cuando los dispendios se financian
con deuda, ese impuesto sobre contribuyentes futuros que aun no votan. La
teoría de la coalición de minorías explica que ciertos gobiernos, como el
español, sean mucho más proclives a elevar las tasas impositivas que a
simplificar las leyes fiscales, a eliminar esas exenciones y desgravaciones que
benefician a determinados grupos de presión. No, no se trata de un mecanismo de
transferencia de renta de los ricos a los pobres: la política en España
favorece casi siempre a minorías poderosas, bien organizadas.
Los gobernantes descubrieron rápidamente que, en democracias
corrompidas, resultaba mucho más fácil aferrarse al poder fomentando una sociedad
organizada en distintos rebaños, en permanente contienda por el presupuesto. Un
entorno donde cada colectivo reclama prebendas a costa del resto. Comprendieron
que resultaba eficaz dividir a la ciudadanía en facciones y otorgar ventajas,
prebendas, derechos distintos a cada uno de los grupos. Una política de
creación de clientelas para favorecer el voto cautivo. De división de la
sociedad en clanes, creando “nuevos derechos” para cada uno. Pero la
trampa era estúpida: los derechos son por definición universales. Si son
especiales para un grupo se denominan privilegios.
Presenciamos el regreso a la sociedad estamental, una organización
cerrada, discriminatoria, donde el trato y la consideración que otorgan las
leyes depende del colectivo al que se pertenezca. Asistimos a la quiebra de las
ideas surgidas de la
Ilustración, esa convicción de que todo ciudadano es
depositario de los mismos derechos, que la ley es igual para todos con
independencia de raza, sexo, cuna, condición social o cualquier otra circunstancia.
Los políticos actuales han modelado una sociedad no compuesta por ciudadanos
libre e iguales sino formada por grupos con derechos distintos, con leyes
ad-hoc para cada colectivo. Una preocupante deriva hacia la sociedad cerrada,
plagada de barreras a la movilidad social, con notable desigualdad de derechos.
Las mayorías y el referéndum griego
Al plantear el referéndum griego, tanto Yanis Varoufakis como
Alexis Tsipras conocen bien la paradoja de Anthony Downs. Son conscientes de
que la coalición de minorías empuja el voto de rechazo a esas condiciones que
los organismos internacionales exigen a Grecia. Saben que este mecanismo
alienta el sufragio con intereses minoritarios, la resistencia de un electorado
dividido en grupos al recorte de “su” gasto. Pero el efecto descrito
por Downs predomina en entornos donde cada agente considera que su ventaja es
“gratis”, donde percibe que su carga se reparte entre la masa de
contribuyentes sin efecto agregado apreciable.
En las presentes circunstancias griegas, el voto de coalición de
minorías podría ser superado por la potencia de un voto mayoritario alarmado
por las consecuencias imprevisibles de la rotura de la baraja. Por la pujanza
de un electorado asustado ante la perspectiva de una salida del euro que
desembocaría en intenso corralito, caos, desbocada inflación, pérdida de poder
adquisitivo y serios recortes presupuestarios cuando cese el flujo de préstamos
desde el exterior.
Existen dos opciones. O los dirigentes griegos infravaloran la
fuerza del voto con visión mayoritaria o, mucho más probable, la conocen muy
bien. En este último caso, el ala moderada de Syriza buscaría, sin reconocerlo
públicamente, un “sí” que le otorgase legitimidad, que justificase
las cesiones que su retórica populista siempre se negó a aceptar. Nada nuevo
bajo el sol. La política es el arte de mantenerse en el poder haciendo lo
contrario de lo que se pregona.
Mi comentario:
Lo que interesa es debatir sobre el abuso de las
subvenciones como recurso hasta adquirir una postura mayoritaria.
Si trazamos en el mapa de España una línea que vaya desde La Rioja a Huelva, si apuramos,
de paso hasta Canarias, observamos un gradiente entre calidad de enseñanza,
fracaso escolar, abandono precoz de los estudios, desempleo juvenil (y no tan
juvenil), afinidad por las políticas de subvenciones, afinidad por los partidos
de la izquierda, y hasta tolerancia con la corrupción; (aunque predomina la
fidelidad ideológica sobre el castigo al corrupto -para que robe otro, que sea
de los nuestros- las políticas de subvención fidelizan al electorado creando lo
que se denomina voto cautivo.
Esta afirmación anterior es discutible y matizable. Existe una isla que es
Madrid.
La cuestión está si las subvenciones conducen a efectos desfavorables, a
clientelismo, a caciquismo local. Y qué se debe hacer si una vez tomado
conciencia de ello, para cambiar la mentalidad de la gente que pretende
subvenciones desde para libros de texto de los escolares al transporte urbano.
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