Mientras se constituye el Parlamento, el Consejo y la Comisión en Europa, cuyas elecciones fueron el 26.05.19, aún no tenemos gobierno nacional, y el candidato del PSOE y ocupante de La Moncloa, (recordemos el gobierno “Frankenstein” tras la moción de censura contra Rajoy el 1.06.18), no se mueve buscando pactos de gobernabilidad. Hoy 4.07.19 ya ha fijado fecha para su comparecencia en el Congreso para su investidura, pero sin ningún tipo de acuerdo, lo que además constituye un desprecio al pueblo en la forma que está gestionando los tiempos y la información. De no conseguir ser elegido Presidente, las nuevas elecciones serían en noviembre. Recordemos que las elecciones fueron el 28.04.19.
Mientras, hace más de medio año que el ejecutivo no comparece en sede parlamentaria. Iniciativas políticas, ninguna de calado, y sólo decretos electoralistas llamados “viernes sociales”. Tenemos cerca de 70 directivas europeas sin transferir a nuestra legislación, y el 70% de las multas de la Unión por demoras e incumplimiento es impuesto a España. A ello habría que añadir el lento proceso legislativo nacional: desde que registra entrada en Las Cortes un proyecto o una proposición de ley hasta que finalmente sale publicada en el BOE han pasado seis meses.
Los Presupuestos generales están prorrogados, y el objetivo de déficit lejos de ser alcanzado. La desviación supondrá duros ajustes ahora que la sociedad empezaba a poder respirar. Negro horizonte el de la Seguridad Social en quiebra técnica con una burbuja en las pensiones que no tardará mucho en estallar.
La política exterior y la de defensa, a merced de inercias y tendencias de terceros; no miramos hacia fuera sino hacia dentro. El gasto en sanidad está desbocado debido a la falta de control y rigor en las administraciones periféricas. La educación, un desastre y una bomba de relojería, como la natalidad, que nos lastrarán irremediablemente nuestro futuro. La justicia es tercermundista lo que constituye una losa a la seguridad jurídica, un freno a la economía y una burla a las libertades.
El Defensor del Pueblo, el CGPJ vencidos y sin renovar. El problema territorial alcanza su máxima disfunción en la rebelión de los partidos supremacistas que tienen secuestrada Cataluña cuya intervención es ineludible. Sin embargo, el ocupante de La Moncloa es cómplice de ellos en su ánimo de gobernar contra la mayoría del pueblo y en su desdén y desafecto a España. El deterioro político, administrativo, económico y social de Cataluña alcanza niveles de pesadilla de ciencia-ficción, y otras regiones siguen la misma estela: Baleares, Valencia y Galicia. Todos tienen un objetivo común: derrocar “el régimen del 78”, la Constitución.
Los delincuentes campan a sus anchas gracias a avales políticos y desde los despachos cometen toda suerte de fechorías mientras se manipula la información legitimando sus actos mediante justificaciones ideológicas y envoltorio de periodistas juntaletras mercenarios del poder. En la calle se impone la violencia: un día los taxistas, otro los estudiantes, siempre tontos útiles de alguien, o “yayoflautas” con banderas segundorepublicanas, mañana váyase a saber…
Desde el punto de vista de los partidos políticos, la fragmentación del voto ha perjudicado a “la derecha”, existiendo una mutación en Ciudadanos pretendiendo disputarle al PP el liderazgo en ella. La irrupción de VOX ha sido ruidosa, pero no será más que un Podemos de derechas que al igual que su imagen invertida, se desvanecerá en el tiempo.
“La izquierda” desnortada. Un conglomerado social basado en falsos prejuicios, la manipulación en la información, la incultura y desinformación, la balcanización de España en localismos egoístas, la cultura clientelar, la utilización de mitos como Franco, el cambio climático, la mujer, el “orgullo gay” mantienen ese artificio que es el PSOE. Podemos, poco más que IU, camino de la irrelevancia.
El PSOE es constitucionalista siempre y cuando la Constitución no se cumpla. Y con la traición a la Constitución, la inherente traición a la democracia y a España. Si la derecha está falta de contenidos, la ausencia de ellos en la izquierda que no porta sino mercancía averiada, es aterradora. Por ello, la izquierda se ha dejado colonizar por eso que impropiamente llamamos nacionalismos y desde ellos proyecta su odio a España.
Hemos sufrido la vergüenza de tener al frente de nuestras principales capitales a alcaldes antisistema caracterizados por su desprecio a los valores de la civilización. Aún, importantes ciudades están en manos de esta basura de la historia y soportamos espectáculos obscenos con ocasión del “orgullo gay”. No es una expresión de homofobia, sino una crítica a las “excentricidades” y ocurrencias de esos personajes que, si hubiera Justicia, estarían sentados en el banquillo de los acusados.
Independientemente del triste espectáculo de los insultos entre políticos, la sociedad de los que han surgido, les votan y toleran esas faltas tiene una muy importante parte de culpa. El envilecimiento social, más visible y notable en la izquierda, es causa de todos los males. Y la educación y los medios de comunicación, los instrumentos de envilecimiento colectivo.
Si las crisis del petróleo en 1973 y 1979 pasaron factura a España en forma de desempleo porque no reaccionamos atrapados en nuestra Transición, lastre que hemos arrastrado y fuente de exclusión social, lacra en la que recientemente nos ha superado Grecia, ahora corremos el riesgo de perder igualmente otros trenes o, en el mejor de los casos, viajar en ellos pero en el vagón de cola. Y los desequilibrios de nuestra política, empezando por las pensiones, la sanidad universal incluyendo a extranjeros, residentes legales o no, la política hidráulica, la electricidad, la desertificación y erosión del suelo (¡dónde están esos del cambio climático!), si no son abordados, ensombrecen nuestro futuro.
Pero lejos de ser abordados estos retos de forma integral, en España se han creado reinos de Taifas a los que se les ha transferido estos temas para su justificación, haciendo muy difícil cualquier política nacional, porque desde las Taifas se hace oposición y constituyen un freno, una resistencia al progreso. Además, a nivel nacional, el debate político no se centra en estas cuestiones, sino que se lleva al prejuicio ideológico y al clientelismo, electoralismo tercermundista que conduce inevitablemente a la situación actual.
Concluyo haciendo un llamamiento a superar inercias y prejuicios ideológicos y castigar a aquellas formaciones políticas que se sustenten en ellos. No hay futuro si no liberamos nuestras mentes.