Difícil pregunta. Recordemos el 23 de Febrero de 1981 en España: hubo bastantes nervios y la situación, de haber cometido alguna imprudencia las autoridades, podría haber ocasionado muertes. En cambio, si analizamos lo acontecido en la semana desde el lunes 13 de Julio al lunes 20 de Julio de 1936 en España, la torpeza inexcusable del Gobierno de la II República condujo a una guerra civil ante un intento de golpe de estado que podría haberse sofocado fácilmente. La prudencia invita a evitar un baño de sangre.
El régimen tiránico autodenominado “bolivariano” no merece ninguna consideración. Sus responsables deben ser juzgados y no debe garantizarse su impunidad. Preferentemente sería deseable que lo fuera por la Corte Penal Internacional. Cabe subsumir bajo la denominación de “otros actos inhumanos de carácter similar que causen intencionalmente grandes sufrimientos o atenten gravemente contra la integridad física o la salud mental o física” los crímenes cometidos por ese régimen de forma generalizada, con lo que estaríamos ante un crimen de “lesa humanidad” (artículo 7.k).
Algunos dirán aquello de “a enemigo que huye puente de plata”, y ciertamente, se debe evitar un desgaste innecesario y pérdida de vidas humanas, pero no a costa de la impunidad de tales crímenes, ni recurrir al asesinato como en su día con el dictador nicaragüense Somoza. Además, la consolidación de la Corte Penal Internacional es un avance para la Humanidad.
Dicho lo anterior, no debe descartarse igualmente una intervención militar, preferentemente del Grupo de Lima e integrada por fuerzas de los mismos y fundamentalmente de Colombia y Brasil. Ecuador y otros países tienen poca capacidad y su aportación debe ser testimonial. Los EE.UU. son una fuerza imperialista colonial y ello les inhabilita desde el punto de vista de la legitimidad, además de tener suficientes medios el Grupo de Lima para provocar la caída del régimen.
Es dramático que mientras se deshoja la margarita se estén perdiendo vidas humanas. Pero los males pueden ser mayores si sectores sociales percibieran la intervención como una agresión extranjera ilegítima en la que únicamente el poder cambiara de manos. Por eso las presiones internacionales son más efectivas que las amenazas de agresión.
No olvidemos que las dictaduras que no retornan a regímenes legítimos conducen a una espiral de envilecimiento social, y el hampa, la corrupción, la delincuencia, la violencia y demás miserias campan por doquier. No hay canales de transporte, distribución ni una administración fiable, enfrentándose el gobierno que asuma el control ante una situación de un deterioro severo en todos los órdenes. Peor aún si ello fuera en un contexto bélico y en el que los expulsados del poder se convirtieran en una especie de maquis o contra dedicada al bandolerismo, el sabotaje y el terrorismo.
Hay una diferencia entre vivir la realidad de Venezuela como país hermano, o vivirla solamente en el contexto de luchas por el poder sin importar el coste humano de las medidas propuestas. Y ello se debe valorar no sólo desde una perspectiva inmediata, sino pensando en la etapa posterior.
Una de las cuestiones que debería abordar Venezuela es la redacción de una nueva constitución, ya que la “bolivariana” es técnicamente muy deficiente al haber dado lugar a la situación actual por carecer de mecanismos adecuados para evitar tamañas disfunciones. Y otra no menos importante, recomponer las relaciones con la comunidad internacional; las dictaduras generan aislamiento y conflicto con los vecinos: de exportar “la revolución”, que en realidad era la intromisión en política interna de otros países a los que no respetaba Venezuela, debe pasar a la colaboración dentro del respeto a las normas de la civilización.
Todo ello debe acontecer desde una perspectiva democrática. “Democrática” no significa necesariamente bajo tutela de los EE.UU. cual un país satélite de soberanía limitada, ni debe ser motivo para que mafiosos afincados en Miami sustituyan a los actuales, sino entrar en el sendero de la civilización sin artificios “revolucionarios” de forma estable y definitiva.
Otro de los problemas colaterales es la existencia de “antillas” dedicadas a la piratería, versión moderna: el blanqueo de capitales o la venta de votos en foros internacionales. Pero de eso trataremos en otro capítulo.
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