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La Ley de Memoria Histórica.

La mal denominada Ley de Memoria Histórica, promovida por el nefasto gobierno de Rodríguez Zapatero no tiene por objeto la reparación a las personas que sufrieron las injusticias derivadas de la última guerra civil, sino la alteración de los hechos objetivos con el propósito de deslegitimar la transición a la democracia y con ello, la actual Constitución. No es que sea una ley in-constitucional; es que es anti-constitucional. Si reparamos en el Preámbulo de la Constitución, la Ley de Memoria Histórica es justo lo contrario de lo que promueve éste.

Por otra parte, es difícil imaginar quién puede ser beneficiado de esta ley, dado que fue una guerra que aconteció hace ochenta años y que no vivimos nosotros, ni nuestros padres, sino nuestros abuelos.

Podría argumentarse que tras la guerra surgió la dictadura de Franco, y que la inevitable represión propia de los vencedores sobre los vencidos se prorrogó en el tiempo. Pero es que Franco falleció en 1975, hace cuarenta años. Y hubo un gobierno socialista presidido por González que se dilató por trece años en el que se aprobaron distintas reparaciones para los damnificados por aquella situación.

En consecuencia, todo el dispendio económico surgido de esta ley no es sino dádivas, clientelismo político. Y han proliferado en las Taifas leyes paralelas para hacer aún más extensiva la mamandurria.

Pero los efectos perniciosos no quedan en esa lotería tercermundista de las indemnizaciones a familiares (descendientes, se supone) de los afectados. Hay subvenciones para organizaciones sectarias que lejos de buscar la reparación o la conciliación, trabajan por atentar contra la Constitución y contra España, tanto dentro como fuera, deslegitimando nuestras instituciones y nuestra imagen exterior.

Una de las formas de deslegitimar es el uso, redunda decir siempre abusivo, bastaría decir simplemente el uso, de la bandera segundo-republicana con el propósito de dividir, de crear dos Españas ya superadas por nuestra Constitución (y socialmente, incluso antes), y crear una cultura frentepopulista que tanto daño está haciendo, pues atenta contra el principio de conciliación y superación de aquel episodio prolongándolo artificiosamente en el tiempo.

Pero es que, además, los que portan y enarbolan banderas segundo-republicanas no pretenden una hipotética III República, algo que sería legítimo desde el punto de vista democrático, sino restaurar la II República, el Frente Popular y las checas. E internacionalmente debilitan la imagen de España al poner en cuestión tanto la Constitución como incluso su Bandera.

Se hace insistencia en la legitimidad de un régimen, el de la II República, que fue derrotado no sólo en lo militar, sino en todos los sentidos posibles: en el demográfico, en el económico, en el político, en el diplomático y hasta en el histórico. Por esto la Ley de Memoria Histórica lo que pretende es falsear la historia. En ella, o gracias a ella, de nuestras calles serán suprimidos nombres como Ricardo de la Cierva, inventor del autogiro (casi inventor del helicóptero) y otros muchos por “franquistas”. El desequilibrio respecto a personajes polémicos como Carrillo, la Pasionaria y otros a los que sí se dedican calles es evidente.

El legitimar un régimen cuyos abusos derivaron en una guerra civil conduce inevitablemente a su reflejo deslegitimando el actual régimen democrático. El propósito no es otro que ante el fracaso de la izquierda, fracaso en muchos órdenes (además de cultural e ideológico), electoral, blindarse frente a una derecha a la que pretende apartar de forma antidemocrática. Y la derecha, por complejos, cae en la trampa.

Hay que tener en cuenta que Franco tras la guerra no recicló a la derecha republicana, sino que se valió de una nueva derecha, mezcla de Falange y otras fuerzas dispersas. Y que fallecido Franco, nuevamente la derecha se somete a otro segundo cortafuegos que fue la disolución de las Cortes, y los Procuradores casi unánimemente acordaron su propia disolución con aquel proyecto de ley de Reforma Política sometido a Referéndum. Por lo tanto, la derecha no debería andarse con complejos, pues no son en modo alguno herederos del franquismo, ni existe continuidad entre distintos regímenes, ni hay ningún otro vicio deslegitimador.

Por el contrario, la izquierda sí ha entrado en una dimensión involucionista recordando su más sombrío pasado. No se observa una renovación en la izquierda que, lejos de mirar hacia el futuro, hacia Europa, mira hacia el pasado, hacia su ombligo, circunstancia tercermundista. Esto le ha llevado a profundizar en su crisis interna, en vez de superarla. Pero esta crisis de identidad que sufre la izquierda la extiende por contaminación a la derecha y con ello a toda la sociedad haciendo perder los referentes históricos, consecuencia de esta mal llamada Ley de Memoria Histórica.

Además de que la Historia sea una asignatura obligada en la enseñanza (en el bachiller no es asignatura troncal), esta ley debe ser derogada.

Cervantino.

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