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El cambio climático

Sobre el “cambio climático”

 

Está de moda en la progrez eso del cambio climático, la “transición ecológica” y alguna memez más. La deficiente formación científica se alía con la demagogia para crear un falso mito que es necesario desmentir. Vamos a ello.

 

Vivimos en un planeta llamado La Tierra que lleva 4.500 millones de años (millones no; miles de millones de años) dando vueltas en torno al Sol, una estrella de edad similar o sólo un poco más vieja, que no es poco, algo así como una tercera parte de la edad del Universo. La Tierra ha dado muchas vueltas y ha sufrido muchas variaciones.

 

Resulta que los planetas describen una órbita en torno al Sol no del todo redonda, sino elíptica, estando situada la estrella en uno de los focos. Aunque la excentricidad no es mucha, existe. Además, La Tierra además tiene inclinado su eje de rotación 23º26’ en este momento; esta inclinación oscila con el tiempo en un periodo de 25.800 años, fenómeno que se denomina precesión. Cuando ésta coincide con la distancia máxima al Sol, unos 5 millones de kilómetros más respecto al momento de mayor proximidad, acontece una glaciación. Este fenómeno ocurre cada 100.000 años aproximadamente; la última glaciación la tuvimos hace 18.000 años, y todavía estamos viviendo el deshielo. La inclinación del eje de La Tierra es la causa de las estaciones climatológicas.

 

El Sol, la órbita de La Tierra, la inclinación de su eje, todo ello son factores que no son posibles de corregir por el hombre. Son inevitables. Nos ha tocado vivir en una época mejor o peor, pero es lo que hay. Tampoco podemos evitar otros fenómenos que afectan muy sensiblemente al clima como erupciones volcánicas o la caída de algún meteorito más grande de la cuenta.

 

No creo que deba entrar en más detalle de cómo acontecen las glaciaciones; no pretendo una lección sobre geología. Baste decir que los deshielos llevan miles de años durante los cuales las montañas pierden sus cumbres heladas (todavía queda nieve y glaciares en el Aneto y en el Kilimanjaro), disminuyen los casquetes polares y el nivel de los mares sube; hace 6.000 años el nivel del mar era 140 metros más bajo, y al subir, ha cambiado notablemente el mapa al variar la línea de costa, y aún no ha terminado de hacerlo.

 

Los cambios climáticos sufren una retroalimentación positiva que los acelera. Actualmente, la actividad antropológica genera dióxido de carbono en gran cantidad, gas de efecto invernadero que acelera el calentamiento, además de generar otros efectos como la acidificación de los mares. Pero hay gases de efecto invernadero mucho más poderoso como el metano (unas cien veces) que en parte es debido al hombre (descomposición de materia orgánica creada por él) y en parte consecuencia de la liberación de los depósitos congelados de la tundra (el “permafrost”).

 

Consciente de ello, la comunidad internacional en el marco de la ONU firmó el compromiso de Kioto en 1997 comprometiéndose a reducir los gases de efecto invernadero de forma global (no por porcentajes de cada país). Los EE.UU., consumidores del 25% de la energía de origen fósil, no ratificaron y se han retirado del mismo.

 

Algunos efectos que lleva aparejado el cambio climático no han sido tenidos en cuenta: así, por ejemplo, la malaria podría volver al Mediterráneo. O la invasión de determinadas especies oportunistas. Otro fenómeno son episodios meteorológicos más intensos al haber más energía disponible en la atmósfera o variar localmente sus condiciones. Capítulo aparte merece la gestión del agua por los políticos.

 

Resulta que a pesar de la retórica vacua, los gobiernos de la progrez son incapaces de hacer frente a una tormenta meteorológica y no tienen planes de contingencia frente a una inundación, un apagón, un incendio o una nevada. Una y otra vez asistimos impotentes a la pésima gestión de esos desastres que cuestan tanto dinero, y lo que es peor, vidas humanas y eso que vivimos en la era de la información. A ello añadimos un desprecio por la naturaleza: además de ensuciarla con basura, la sociedad no asume que cuando hay tormenta los aviones no deben volar. Muchas de las muertes acontecen con ocasión de la imprudencia humana ante una tormenta, sea por cruzar un vado inundable, sea por ser sorprendidos por falta de previsión; antaño, se temía a las tormentas y se recomendaba no acercarse a los árboles o portar objetos metálicos.

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