Me gusta el cine de ciencia-ficción. Nos traslada a escenarios imaginarios de un futuro. Curiosamente, casi todas las películas de este género tienen una estructura común: la civilización ha sucumbido y un grupo de humanos lucha por la supervivencia, o quizás sólo lo que ha desaparecido ha sido la Libertad y se ven sometidos a la tiranía y el control absoluto. Pero surge un grupo reducido de personas que se revela representando la esperanza que libre a la Humanidad de la tiranía o de la extinción como especie. Esas películas tienen un mensaje implícito: llevemos cuidado porque de seguir por ese camino, podemos acabar así…
El cine de ciencia-ficción, como obra de arte que es, también sirve de metáfora. Clásicos como Matrix, Fahrenheit 451, o incluso la Guerra de las Galaxias que se basa en el Anillo del Nibelungo (como también el Señor de los Anillos), se introducen en la vida cual antaño lo hacían los refranes para ilustrar situaciones similares y sus expresiones se trasladan a la vida cotidiana.
Y nos preguntamos si nuestros tiempos actuales, nuestras vidas no son una película de ciencia-ficción; porque el escenario de la vida pública parece conducir a todos los males mostrados por esas obras. No ha servido de nada la advertencia; parece que cada día nos deslizamos más hacia situaciones conducentes a un escenario catastrófico. Por ello al cine de ciencia-ficción lo denomino de política-ficción.
¿Cuáles son los males que aquejan a la sociedad de nuestro tiempo? Muchos. Pero fundamentalmente, y siguiendo la estructura de estas obras y su guión, destaca la manipulación, el no asumir las consecuencias de un sistema dado, lo que conduce al alineamiento; tan sólo una minoría es capaz de escapar del control.
Curiosamente, Matrix (me voy a permitir esta metáfora) reacciona creando cierto relativismo que dificulta la rebelión contra el sistema: admite, tolera y fomenta contra natura a los antisistema de suerte tal que los rebeldes nobles quedan confundidos entre otros elementos perniciosos cual si fuesen otros más, desposeyéndolos del valor altruista y profético.
El siglo XXI es el siglo de la información. Y es precisamente la información la que Matrix oculta, distorsiona, administra y manipula. Es la era de las “fake news” en hispanglish, valga la licencia con tal de hacer llegar la idea de lo que trata de transmitir este artículo. El ciudadano medio, de poca cultura y deficiente formación, no dispone de mucho tiempo; llega cansado a casa y no tiene fuerzas sino para poner un rato la televisión. Y a través de ella le llega lo políticamente correcto, los bulos fabricados por Matrix (seguiré con esta metáfora) para que dentro de unos parámetros no se salga de los límites marcados. Paralelamente, por redes sociales circulan descontroladamente (o no) ciertos bulos interesados.
El “Brexit”, como se le denomina a la salida de Gran Bretaña de la Unión Europea, fue precedido de una campaña en redes sociales en la que la principal empresa propietaria de Facebook y Whats app, hizo uso de los datos de sus usuarios de forma ilegítima para favorecer la decisión en el referéndum que lo decidió. Si no hubiera tenido consecuencias simplemente hablaríamos de juego sucio; pero como si las tuvo, cabe hablar de golpe de estado. En efecto, ya no estamos en el siglo XIX en el que un militar con bigote montado a caballo hacía un pronunciamiento rebelándose; en el siglo XXI, los golpes de estado son conspiraciones de este cariz. La elección en los EE.UU. de Donald Trump o el atentado del 11-M en Madrid son otros ejemplos de conspiraciones que bajo esta denominación más amplia, y en confrontación con el concepto de democracia, podrían ser considerados golpes de estado.
En todo este fenómeno destacan los medios de comunicación en manos de grandes corporaciones y éstas en manos de magnates sin escrúpulos. En España, por ejemplo, el 90% del mercado de la publicidad en televisión lo acaparan sólo dos empresas en régimen de duopolio, Atresmedia y Mediaset, y ambas, en manos extranjeras. Añádase al panorama televisivo las cadenas públicas en manos de los virreyes de taifa para afianzarse en su territorio difundiendo identidad pueblerina.
Desde estas cadenas de televisión se corrompe el espíritu del pueblo mediante la contracultura, difundiendo los valores de la progrez. Desde las taifas en manos de secesionistas se atenta contra España, y se fomenta el odio y el aislamiento propio de los regímenes enfermos a los que sirven.
La desorientación en materia de democracia y vida pública es total, y a ello contribuye notablemente que se de pábulo a toda suerte de majaderías elevando a zopencos como árbitros de la vida pública; no faltan niñas monas a modo de presentadoras estrella de tales medios; y hacen carrera. Y en las universidades, convertidas en fábricas de tontos, no faltan catetodráticos con carné de partido que sirven de envoltorio a todo ello. Se ha creado una corriente de opinión, se amplifica mediante esas cajas de resonancia que son los medios, se descalifica a quienes la rebatan, y se impone obligatoriamente.
En todo este fenómeno no falta la desaparición de la religión y de sus ministros como motor moral, como guía espiritual de la sociedad. Hace tiempo que la iglesia católica cayó en la politización y sus sacerdotes se dedican a predicar el odio nazionalento en las iglesias vascas y catalanas. La iglesia católica no está en los tiempos actuales y su mensaje, impregnado de ñoñería y santurronería que debería haberse desterrado tras el Concilio Vaticano II, carece de relevancia social. Proliferan dentro de ella las sectas con mensaje extremista: primero fue el Opus Dei, y ahora El Yunque. Los Papas tampoco han sabido superar esta situación; baste el ejemplo de la oportunidad perdida por Francisco I en la Jornada Mundial de la Juventud celebrada en Panamá mientras que, al mismo tiempo, en Venezuela se derrumba el régimen entre el Crimen contra la Humanidad de la hambruna.
Debemos evitar que circulen bulos sobre La Tierra plana (muy frecuentes entre los gringos del Norte), alimentos puros e impuros o corrientes contra las vacunas que ya han ocasionado alguna muerte en España. Debemos contestar a los falsos profetas de la progrez, a los curas herejes del odio, a los gurús del cambio climático, y a sus contrapuntos los arreglaespañas de bar y tertulianos de vía estrecha o charlatanes.
Cervantino.
Be First to Comment